December 22, 2021

Cómo los periodistas pueden evitar ‘el hype’ al cubrir los desarrollos de COVID-19 en América Latina

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Federico Kukso
Federico Kukso es un periodista científico independiente de Argentina. Es miembro del consejo de directores de la Federación Mundial de Periodistas de Ciencia (WFSJ)

Este informe especial también está disponible en inglés y portugués.

 

BUENOS AIRES, Argentina —El 7 de diciembre la Organización Mundial de la Salud actualizó su guía sobre terapias para la Covid-19.

“La evidencia actual muestra que el plasma convaleciente no mejora la supervivencia ni reduce la necesidad de ventilación mecánica, mientras que tiene costos significativos”, indicó en un comunicado en el que recomienda abstenerse de realizar transfusiones de plasma filtrado de la sangre de personas que se hayan recuperado de la Covid-19.

Covering COVID-19 in the Global SouthAsí quedaron atrás meses de titulares grandilocuentes en los medios, promesas infundadas y exageraciones propiciadas por propios médicos y científicos sin evidencias sólidas de su efectividad.

Esto ocurrió en la gran mayoría de los países, aunque en especial en América Latina donde, en medio del desconcierto y la incertidumbre impulsadas por el avance rampante del SARS-CoV-2 y el aumento del número de muertes, desde los primeros meses de 2020 este tratamiento experimental fue erigido por gobiernos, investigadores y por ciertos medios periodísticos como la gran esperanza ante una enfermedad desconcertante.

“La pandemia por el coronavirus visibilizó el riesgo de exagerar los beneficios de tratamientos que aún están en desarrollo”, señala la periodista científica argentina Valeria Román. “Con la justificación de que había una emergencia de salud pública y al considerar lo que hace la competencia, hubo medios de comunicación y periodistas que inflaron intervenciones que aún no tenían pruebas de seguridad ni de eficacia para la Covid-19 como el plasma de recuperados, la hidroxicloroquina, la ivermectina, el dióxido de cloro o el ibuprofeno inhalado”.

Tanto dentro como fuera del mundo periodístico, esta promoción desmesurada y  exageraciones inapropiadas de la importancia o el valor potencial de un estudio, tratamiento, medicamento o área de la ciencia en particular tiene un nombre específico: ‘hype’.

También llamado “bombo científico”, se caracteriza por un abuso del discurso hiperbólico -con expresiones como “milagro”, “cura”, “avance”, “cambio de juego”, “cambio de paradigma”, “un antes y un después”, “hallazgo transformador”, “droga maravillosa”- y la abundancia de promesas de una “revolución a la vuelta de la esquina”.

Un refugio de optimismo en época de incertidumbres

El hype, por ejemplo, ha sido una constante en la cobertura del Proyecto Genoma Humano desde principios de la década de 1990 y persiste en la actualidad con la técnica CRISPR de edición genética que ha despertado antiguos y nuevos sueños.

Sin embargo, como en tantas otras áreas, pocas de las grandes transformaciones prometidas se han cumplido. Y el hype continúa: amplificado por el clickbait, la necesidad de atraer la atención de lectores y políticos y en un nuevo ecosistema mediático que se caracteriza por un ciclo de noticias de 24 horas.

No hay prácticamente área científica que escape a estas exageraciones y abuso de superlativos. Se las encuentra en la cobertura mediática y en la investigación en Inteligencia Artificial (IA), en neurociencias, nanotecnología, computación cuántica, la investigación oncológica, medicina personalizada, terapias con células madre o la exploración espacial, entre tantas otras.

Las exageraciones no solo abundan en los artículos periodísticos. Están, más bien, presentes en toda la cadena de producción científica: en las becas de investigación, en las publicaciones revisadas por pares, en los comunicados de prensa institucionales, en los discursos de los políticos y en el marketing asociado de un nuevo producto (por ejemplo, una nueva droga).

Francis Collins, quien fue el director del Proyecto Genoma Humano, calificó la iniciativa como “el esfuerzo científico organizado más importante que jamás haya intentado la humanidad que empequeñece haber ido a la Luna”.

Como señala el investigador canadiense Timothy Caulfield, el bombo científico es un fenómeno complejo que involucra a muchos actores y tiene numerosas fuentes: “Es, al menos hasta cierto punto, el resultado de presiones sistémicas incrustadas en los incentivos actuales asociados con la investigación biomédica”, explica este especialista en cuestiones legales, políticas y ética científica de la Universidad de Alberta. “En cierto modo, se puede argumentar que es una parte natural del proceso de investigación. Se requiere entusiasmo y predicciones optimistas de aplicaciones en el futuro cercano para movilizar a la comunidad científica y a los posibles financiadores, tanto públicos como privados. Y, por supuesto, la prensa popular es, en esencia, una industria del entretenimiento que tiene el objetivo de hacer que las historias de salud y de investigación sean atractivas y legibles”.

El hype, de hecho, no es nuevo. Hay evidencias de que el fenómeno se ha ido intensificando y que está teniendo un impacto más perjudicial que en el pasado. Estudios recientes muestran un repunte en el uso del discurso hiperbólico en las últimas décadas. Un paper de 2015 encontró que muchos investigadores están promocionando su trabajo de manera más agresiva a medida que la financiación disminuye y aumenta la competencia por las subvenciones y la fama. Los psiquiatras holandeses Christiaan Vinkers, Joeri Tijdink y Willem Otte hallaron que palabras como “novedoso”, “innovador”, “asombroso”, “único” y “sin precedentes” se han vuelto más frecuentes en los abstracts de artículos biomédicos publicados en los últimos 40 años. “Los científicos asumen que los resultados y sus implicaciones tienen que ser exagerados para ser publicados”, señalan los autores.

La pandemia de Covid-19 no hizo más que potenciar estas exageraciones en América Latina.

“En un momento de tanta incertidumbre y tristeza por las miles de muertes en América Latina, las personas quieren encontrar un refugio de optimismo en ciertos anuncios sobre posibles curas y hallazgos médicos”, asegura la periodista de investigación Nelly Luna Amancio de Perú. “Pero al periodismo, precisamente, le toca un trabajo difícil pero necesario: poner paños fríos a ese entusiasmo. El buen periodismo debe investigar lo que está detrás y aterrizar a la realidad el impacto real de estos supuestos hallazgos, muchas veces impulsados por las partes interesadas, una farmacéutica, un centro de investigación, o incluso un gobierno”.

Es lo que remarcó la periodista científica estadounidense Brooke Borel en un artículo publicado en The Guardian en 2015: “Los periodistas científicos pueden escribir sobre ciencia, pero también es nuestro trabajo mirar más allá de las maravillas, las hipótesis y los datos. Es mirar a las personas que hacen la ciencia y si tienen conflictos de intereses, o rastrear de dónde viene su dinero. Es mirar las estructuras de poder, ver quién está incluido en el trabajo y quién está excluido o marginado”.

Terreno fértil para las distorsiones

Los ejemplos de hype en la región abundan. En Colombia, por ejemplo, la ministra de ciencias Mabel Torres prometió sin fundamentos el desarrollo de medicamentos a partir de plantas para tratar la Covid-19. Se exageraron también los beneficios de ventiladores mecánicos criollos y hasta médicos aseguraron que el coronavirus pronto “se debilitaría”.

“Una lección que deja la pandemia es que el problema de la exageración en las noticias no se circunscribe a los periodistas aunque seamos quienes lo magnificamos”, remarca el periodista científico colombiano Pablo Correa. “La pseudociencia y la exageración también sobreviven dentro de las mismas comunidades médicas y, en ese sentido, cuando la proclamación de la efectividad de un tratamiento viene desde alguien con credenciales académicas o gremiales, es muy fácil que los medios de comunicación lo repliquen sin cuestionarlo. El caso del plasma convaleciente, de ventiladores mecánicos criollos o fármacos a base de plantas para tratar la Covid-19 son ejemplos recientes de este fenómeno que no comienza ni termina en una falla del periodismo, sino que se extiende a comunidades médicas poco rigurosas”.

Es lo que también ocurrió en Perú, donde terapias no comprobadas como la de la ivermectina, la hidroxicloroquina y el dióxido de cloro recibieron una gran atención mediática, generalmente positiva.

“Hubo profesionales de la salud de renombrada trayectoria defendiendo su uso a partir de datos incompletos o basándose en su experiencia utilizándolos para otras dolencias”, indica Bruno Ortiz, periodista de ciencia y tecnología del diario El Comercio (Perú).

El periodismo de ciencia y salud es un terreno fértil para la proliferación de estas promesas exageras y distorsiones.

“Uno de los factores es la aún limitada formación que tienen líderes de los medios y editores para identificar si un potencial tratamiento tiene verdadera eficacia y seguridad y para evaluar los números relacionados con beneficios y riesgos”, advierte Román, periodista en Infobae, cofundadora de la Red Argentina de Periodismo Científico y ex vicepresidenta de la Federación Mundial de Periodistas Científicos.

Muchos medios inflan titulares y tuits en la búsqueda permanente de clics, con el deseo de ganar audiencias.

“Cada tanto escuchamos una nueva ‘cura contra el cáncer’ para constatar en el texto unas líneas abajo que se trata de un hallazgo experimental o probado en ratones”, indica el periodista científico mexicano Iván Carrillo. “La responsabilidad de los periodistas y editores es con la audiencia, pero muchas veces gana el afán de obtener clics. Se busca tener un impacto cuantitativo y no cualitativo sin darse cuenta que es el segundo el que garantizará la atención de las audiencias y, por lo tanto, un modelo de negocio sostenible para el medio”.

Las empresas también se aprovechan de la desesperación en el marco de la pandemia.

“Las personas siguen esperando la cura extraordinaria, la pastilla mágica, la pócima secreta que nos aliviará de nuestros males”, dice Ortiz. “De eso son conscientes muchos medios de comunicación y prefieren el beneficio propio que al colectivo. Por eso es común encontrar que los medios que tocan temas de salud sin contar con periodistas especializados apelen a la exageración para generar mayores niveles de audiencia. El efecto de este comportamiento es instalar en las personas ideas inexactas, incompletas y, a veces, hasta incorrectas sobre determinados temas que, a la larga, hacen que se tomen malas decisiones de salud”.

En lugar de invertir en la calidad informativa, la profundidad o contratar periodistas especializados, en países como México la mayoría de los medios nacionales siguen apostando por cosechar likes como comprobación ante anunciantes del impacto de su contenido.

“Sabemos que el miedo y la esperanza venden y más aun en tiempos inciertos -agrega Carrillo-. Hay una responsabilidad de por medio por parte de los periodistas y editores, pero no existen controles sobre su actuar. La figura de defensores de la audiencia en México es prácticamente nula por lo que se puede hablar y decir prácticamente todo, sin la necesidad de rendir cuentas”.

Las exageraciones y demás inyecciones de hipérboles y promesas grandilocuentes de beneficios no tan lejanos no son inocuas. A medida que los pronósticos prometidos no se cumplen, estas distorsiones mediáticas y anuncios inflados pueden llegar erosionar la confianza pública y el apoyo a la ciencia. O tener un impacto negativo en la forma en que las personas piensan que se realiza la investigación o cómo se lidia con enfermedades infecciosas como la Covid-19 o el HIV/sida.

Por ejemplo, es lo que ha sucedido en países latinoamericanos con anuncios y artículos de tono chauvinista sobre vacunas nacionales contra el coronavirus que han quedado en la nada o su futuro es incierto.

“En el Perú, desde el inicio de la pandemia se promocionó una supuesta vacuna peruana nasal contra la Covid-19 que resultó siendo un fraude”, recuerda la periodista de salud Fabiola Torres. “Los investigadores fueron entrevistados en radio y televisión y hasta le pusieron a su vacuna una fecha de salida al mercado: julio de 2021. Cuando en nuestro sitio Salud con lupa investigamos el tema verificamos que el proyecto de vacuna peruana solo había terminado las pruebas en animales”.

Proyectos de vacunas locales como la vacuna  “ARVAC Cecilia Grierson” (Argentina) y la vacuna “Patria” (México) también propiciaron titulares grandilocuentes en medios y en especial por parte de las instituciones que las promueven y que apelaron en sus artículos institucionales a palabras nacionalistas como “orgullo” y “soberanía”.

El fenómeno se amplifica con el copypasteo de gacetillas o notas de prensa que en muchos casos responde a la falta de periodistas especializados en ciencia y salud en las redacciones.

“Al no estar preparados, muchos medios dependen casi exclusivamente de los comunicados de prensa y de algunos científicos”, advierte la periodista científica argentina Andrea Gentil. “A esto se suman ciertos ‘hábitos y costumbres’ del periodismo, como aquél que afirma que solo impactan las noticias que sean llamativas. Entre editores y redactores no especializados no hay modo de que alguien tenga el background necesario para dar cuenta de hasta dónde la exageración por la positiva puede, inclusive, ser perjudicial para las audiencias, al generar expectativas totalmente carentes de base científica”.

Las exageraciones incluso también son propias de lo que se conoce como “cheerleading science journalism” o periodismo científico aplaudidor que festeja ciegamente cualquier hallazgo o paper. En especial, si es de científicos de su mismo país.

“Tengo la impresión de que ciertos periodistas no tienen la misma mirada crítica que se tiene cuando el gobierno anuncia algo, que cuando el anuncio lo hace por ejemplo una Big Pharma”, comenta Luna, cofundadora del sitio Ojo Público. “A esta última muchos medios les suelen creer todo y reproducir exactamente lo que se dice en la nota de prensa que envían, sin analizar los evidentes intereses económicos que hay detrás de estos supuestos ‘nuevos hallazgos’. La discusión en torno al avance y desarrollo de vacunas contra Covid-19, de medicamentos y tratamientos contra esta enfermedad, por ejemplo, muestran cómo los grandes laboratorios han impulsado estrategias de información para extender y amplificar sus hallazgos hacia los medios de comunicación y que estas sean replicadas sin ser necesariamente contrastados. Es probable que este tipo de coberturas poco rigurosas sea también una de las causantes de la tremenda desconfianza que las personas sienten hacia los medios en general”.

Los efectos perjudiciales de la exageración

El hype puede tener consecuencias más terribles. “Por ejemplo, la confusión de las audiencias, que termina siendo terreno fértil para la desinformación y desconfianza de algunos en la ciencia”, dice la periodista científica costarricense Debbie Ponchner.

También puede crear malentendidos entre los lectores, expectativas poco realistas de beneficio de tratamientos y medicamentos experimentales para los pacientes, desinformar y acelerar el marketing y la utilización de terapias no probadas.

“El problema es que estas distorsiones generan ansiedad en las audiencias, especialmente en las personas con Covid-19 o en sus familiares”, señala Román, quien publicó un artículo que le tomó cinco meses de investigación para explicar cuáles son las consideraciones que se deberían tener en cuenta cuando un médico ofrece un fármaco no probado.

Para evitar incurrir en falsas esperanzas es fundamental que los medios contraten periodistas especializados.

“Profesionales con una dosis adecuada de escepticismo y otra de conocimiento sobre la forma de validación del conocimiento científico”, dice Correa.

Otro consejo importante es poner la información en contexto.

“Siempre presentar el panorama completo”, comenta Ponchner, ex editora de Scientific American En Español. “Mostrar la evidencia científica disponible y ser claro con el lector si se trata de hallazgos hechos en un estudio clínico o preclínico. Es importante presentar los hallazgos como un proceso en evolución, que quede siempre claro qué falta aún por determinarse, cuáles son los siguientes pasos en esa línea de investigación, qué puede salir bien y qué puede salir mal”.

Se trata también de explicar los anuncios y ponerlos en su real dimensión.

“Esta ha sido una de las tareas más difíciles en estos dos años de pandemia”, dice Luna. “No solo porque se ha tenido que enfrentar a la desinformación y el negacionismo, sino también porque muchos grandes medios como la televisión han otorgado espacios a desinformadores y exagerado estos anuncios de nuevos tratamientos o hallazgos en su afán de ganar clics y rating”.

También se recomienda evitar el uso de ciertas palabras: “‘Prometedor’, ‘revolucionario’, ‘la solución’, ‘el hallazgo del siglo’, son conceptos que no deberían entrar nunca en un artículo sobre salud y/o ciencia”, comenta Gentil. “Porque la ciencia en sí misma está marcada por la incertidumbre, propia de ella. Esto no implica que periodistas y editores no puedan enfatizar la importancia de cierto estudio o de cierto logro, pero siempre guardando prudencia. Lo que hoy puede parecer ‘maravilloso’ a simple vista en meses o años puede transformarse en un camino sin salida, en una hipótesis que no pudo ser verificada o, incluso, en una publicación que estuvo manchada por prácticas fraudulentas o, inclusive, errores metodológicos”.

Para reducir el riesgo de exageración, en especial es preciso remitirse a la evidencia disponible.

“Hay que buscar si cada intervención tiene algún paper sólido que la respalde -recomienda Román- y considerar qué tamaño tiene la muestra de un estudio”.

Y también tener siempre una mirada crítica.

Como señala Carrillo: “El periodista debe cuestionar el origen de los fondos para la investigación y buscar fuentes científicas ajenas al laboratorio para constatar la fiabilidad de las investigaciones”.

Como periodistas, el compromiso mayor es siempre con los lectores, con las audiencias. En especial, tratándose de temas delicados y sensibles como la salud.

RECURSOS

Hype, honestidad y confianza. Universidad de Nottingham.

Comprender el problema del “hype”: exageración, valores y confianza en la ciencia. Kristen Intemann. Canadian Journal of Philosophy.

La exageración no solo es molesta, es dañina para la ciencia y la innovación. Andrés Lozano. Wired UK.

Ivermectina: cómo la ciencia falsa creó un fármaco ‘milagroso’ contra la Covid. Rachel Schraer & Jack Goodman. BBC.

Inteligencia artificial y coronavirus: más ‘hype’ que realidad (por ahora). Ramón López de Mántaras. El País.

La comunicación de la ciencia a menudo se ve empañada por el sensacionalismo, del que son responsables tanto los científicos como los medios de comunicación. Andrea Rinaldi. EMBO Reports.

5 consejos para evitar errores en los titulares de noticias sobre salud e investigación médica. Denise-Marie Ordway. The Journalist’s Resource.

Confundido acerca de la COVID: Demasiados medios de comunicación priorizan el hype sobre la precisión. Joe Ferullo. The Hill.

Revisión del modelo para la formación de exageraciones en la comunicación científica. Natalia Pasternak Taschner, Luiz Gustavo de Almeida, Carlos Orsi. Frontiers in Communication.

La ciencia y las fuentes del hype. Timothy Caulfield, C. M. Condit. Public Health Genomics.


Sobre este informe especial 

Este artículo es parte de una serie de informes especiales escritos por periodistas científicos y de temas de salud que presentan mejores prácticas y conocimientos sobre la cobertura de la COVID-19. Estos informes se publican como parte de una iniciativa del Centro Knight patrocinada por la Unesco y con financiación de la Organización Mundial de la Salud. Para leer más sobre los informes especiales haga clic aquí. Además, puede acceder a los informes especiales en varios idiomas en los siguientes enlaces:

Además, acompáñanos en el seminario web “Variantes, vacunas y medicinas: Lo que los periodistas necesitan saber para mejorar su cobertura de COVID-19” el jueves 27 de enero, de 9:00 am a 12:00 pm Tiempo del Centro de Estados Unidos(GMT -6).

El evento, que se llevará a cabo en inglés, contará con interpretación simultánea al árabe, francés, portugués y español. Haz clic aquí para registrarte.

Este seminario web es organizado por el Centro Knight para el Periodismo en las Américas en alianza con la UNESCO y con financiamiento de la Organización Mundial de la Salud y el Programa de Donantes Múltiples para la Libertad de Expresión y la Seguridad de los Periodistas de la UNESCO.

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